miércoles, 28 de marzo de 2012

En el fondo, a todos nos gusta pensar que somos fuertes.

Que vamos a poder con todo lo que nos venga encima, que pudimos con lo de ayer y que podremos también con lo de mañana. Pero más en el fondo, sabemos que eso no es verdad. Porque ser fuerte no consiste en ponerse una armadura antirrobo ni en esconderse detrás de un disfraz; ser fuerte consiste en asimilarlo. En asimilar el dolor y en digerirlo, y eso no se consigue de un día para otro, se consigue con el tiempo. Pero como por naturaleza solemos ser impacientes y no nos gusta esperar, escogemos el camino corto. Escogemos el camino de disfrazarnos de algo que no somos y disimular. Sobretodo disimular. Si, a todos nos gusta disimular los golpes, sonreír delante del espejo y salir a la calle pisando fuerte, para que nadie note que en realidad, lo que nos pasa de verdad, es que estamos rotos por dentro. Tan rotos que ocupamos nuestro tiempo con cualquier estupidez con tal de no pensar en ello, porque el simple hecho de pensarlo hace que duela. Pero a veces, bueno… a veces tienes que darte a ti mismo permiso para no ser fuerte, bajar la guardia y darte una tregua. Está bien bajar la guardia de vez en cuando. No queremos hacerlo porque eso supone tener un día triste, uno de esos viernes que saben a domingo, un día de esos que duelen, de recordar y echar de menos. A los que ya no están, y a los que están, pero lejos. Sin embargo, hay momentos que es lo mejor que puedes hacer: darte una tregua. Poner tu lista de reproducción favorita, tumbarte en la cama, y si hace falta llorar. Llorar todo lo que haga falta. Eso no nos hace menos fuertes; eso es lo que nos hace humanos.

Gran porción .

Cualquier principio hace que me rompa la cabeza. Confieso y soy consciente de que voy dejando un poco de lado a las palabras. Como siempre, cada noche me golpea una gran ola de imaginación y desenfreno de frases que luego, como ahora, olvido.Como los recuerdos.. Hay quienes se empeñan en recordarme anécdotas o historias que ni siquiera sé si quiero volver a tenerlas en mi loca cabeza, sean maravillosas, estrepitosas o cualquier otro adjetivo de gran grandeza. Todo esto viene porque mi vida comienza ahora, no quiero el pasado para nada. Ni siquiera lo bueno, no. Todo es como una cadena y una cosa lleva a otra.

Ganar perdiendo .

Es bien sabido que tememos a lo que llamamos los sentimientos, siempre necesitamos una segunda opinión. Tal vez tener cerca un hombro amigo en el que llorar, una sonrisa dicharachera en la que sonreír y una voz pausada con la que charlar. No se nos da bien elegir, por naturaleza intentamos acapararlo todo. No nos gusta tener una cosa y a la vez perder otra, pero lo cierto es que casi todo en la vida consiste en eso: ganar perdiendo.

Tengo un todavía , tengo mil todavías .

Tengo un todavía , tengo mil todavías .
Me estallan fuera, me arden dentro . 
Todavía abrigo esperanzas a gritos .
Cobijos quietos de mi garganta . 
Todavía espero futuros plenos ,
que de mi paz fluyan hacia la luna .
Todavía quiero vivir en el cielo ,
de espaldas al suelo , cantando susurros . 
Todavía anhelo los dulces murmullos , 
que de tu boca mojen mi cuerpo herido .
Todavía persigo ese amanecer tuyo , 
crepúsculo rojo quebrado y loco .
Todavía consigo abrir la mirada , 
ver la distancia , romper cada noche .
Todavía canto canciones de amor , 
que olvido al momento por seguir siendo yo .
Todavía escribo poemas sin rima , 
cuchillos sin filo retando al destino .
Todavía sueño palabras sin voces, 
espinas de plata, un roce en mi frente .
Todavía tengo todos mis todavías .
En ellos vivo , por ellos sigo .